Pago a la tierra... cuento de terror



Estaba por Perú hace como tres años "mochileando" y me pasó algo muy curioso en la Ciudad Imperial de Cusco. 

De Guayaquil, Ecuador, Andrés y yo llegamos a Lima, Perú, en dos semanas viajando pidiendo "raid" o "aventón"; habíamos pasado días muy aburridos y muy poco agradables. El paisaje en Perú de la mayoría de las ciudades por las que pasé lucía muy opaco para mí, bueno, aún así el Perú es fascinante, hay sitios arqueológicos por muchísimos puntos en la ruta que atraviesa el país de norte a sur sobre la costa pacífica.

Un día estábamos una tarde a las afueras de Lima con las mochilas al borde de la carretera y haciendo la señal del pulgar a todo vehículo que pasara, cuando un trailero boliviano se detuvo y nos levantó "de una" a los dos. Y desde ahí nos llevó en un viaje que duró tres días hasta las afueras de Arequipa porque a la salida de esa ciudad nos volteamos abordo del camión con él sobre la carretera. Salimos ilesos Andrés y yo junto con Daniel, él chofer de Bolivia que llevaba el volante. Tras el accidente él, de forma muy amable, nos pidió que nos retiráramos del sitio antes que llegara la aseguradora para no tener problemas con los policías. Nunca supimos qué traía en el vagón de la carga. 

Mientras nos despedimos de Daniel, nos dijo que tuviéramos cuidado porque en las ciudades cercanas a Bolivia como Cusco o Puno, los chamanes hacen pagos a la tierra para que las minas de oro o plata volvieran a tener minerales luego que eran declaradas agotadas.

Che ¿vos crees que sea cierto eso que dijo el boliviano; que entierran viva a la gente?, yo he escuchado de esas historias también en Bolivia cuando pasé allá un par de meses hace como un año. Me cuestionó Andrés.

No lo sé hermano, pero creo que hay que estar alertas y ya, tal vez sean sólo cuentos, pero francamente sí me da un poco de miedo, le respondí con mucha duda y con un malestar físico muy raro para mí, porque debíamos estar como a tres mil o más pies de altura sobre el nivel del mar en esas montañas. En realidad yo tenía mal de altura o "puno", como dicen por allá.

A Andrés la altura parecía hacerle lo que "le hizo el viento a Juárez", es decir, nada, pero a mí me tenía contra las cuerdas, más bien sobre el piso mientras usaba mi mochilota de viajero como almohada, como a un kilómetro cuesta arriba sobre la misma ruta desde el lugar del accidente. Podíamos a esta altura ver el camión volteado a lo lejos. Yo estaba muy mal, mareado, con una presión que me crecía en el pecho, sin poder mantener el equilibrio, el viento me hacía ver casi siempre al ras de suelo donde brotaba una enana vegetación de apenas unos quince centímetros más o menos, estas plantas bajas habitaban el resto de montañas por donde serpenteaba la ruta que alcanzábamos a ver cuándo alzabamos la vista alguno de los dos.

Aunque no había ningún árbol a la vista, este sitio no era exactamente un desierto, porque antes del accidente ya habíamos visto vicuñas vagar alegremente por las primeras colinas de Aerequipa, siempre cerca de pozas de agua clara.

Un remís que parecía más una carcacha y andaba por puro milagro, se detuvo ahí donde estábamos en la montaña y, el conductor, luego que le pedimos un aventón, frotándose los dedos nos dijo: a ustedes nadie los va a llevar si no tienen plata. Este tipo era horrible de la cara y le faltaban dientes, se veía feo y aterrador. El remis es un tipo de taxi colectivo de Perú, 

"Al toque" que se fue esa bestia en su remis, paró otro sujeto en auto de color negro, este era un buen tío que nos llevó gratis a Andrés y a mí hasta Cusco. 

En el camino a Cusco a bordo del auto con este tipazo del que no recuerdo su nombre, me compró hojas de coca en un pueblito por dónde pasábamos y con eso se me quitaron todos los malestares que tenía antes por el mal de altura; esta cura me hizo efecto como por arte de magia. Para eso son, me dijo este buen hombre, pero sirven para todo, recalcó también.

Estábamos llegando ya a Cusco y nos advirtió que tuviéramos cuidado porque a veces, a los turistas o personas que andan en la calle, los entierran vivos como pagos a la tierra, para que las minas vuelvan a dar oro o plata.

En voz baja dentro del auto le dije a Andrés que ya eran varias personas que nos lo hablan sobre ese peligro, él asintió con la cabeza dándome la razón. Entonces llegamos a un hostal que recibe viajeros, no tenía un nombre oficial, era de un alcohólico muy "buena onda", pero que vivía en un eterno conflicto con su familia principalmente por su alcoholismo.

Este tipo se llamaba Yusuf. Al llegar al hostal nos invitó unas cervezas a Andrés y a mí. Nos quedamos con él como una semana. 

Yusuf había vivido como 20 años en Chicago, y su acento no sonaba peruano, pero era peruano nacido en Cusco.

Al parecer el hostal, que era una casa grande, era propiedad de los papás de Yusuf que viven en otro sitio en Cusco, pero Yusuf aún dependía de sus ellos económicamente y su alcoholismo le causaba también muchos problemas con sus padres siempre.

Andrés y yo éramos sus únicos huéspedes, siempre estuvo muy contento de recibirnos y bebimos con él hasta tarde los días que nos dejó quedarnos con él ahí.

Todos los días que estuvimos en su casa, Yusuf se embriagó hasta quedarse dormido en el patio por las noches, excepto la última noche. 

Un día antes de irnos Andrés y yo, fuimos con Yusuf a  comprar a la ciudad la comida y nos dio de paso un tour por la pequeña ciudad que aún se veía muy antigua. Caminábamos muy cerca de la explanada principal en un mercadito, cuando Yusuf se detuvo frente a un puesto y un hombre como de su edad, de unos 5cincuenta años también, y recibe de Yusuf gritos de enojo y groserías con reclamos por un reloj que le vendió antes y en ese momento ya no servía. Yusuf le aventó el reloj sobre su mesa con mercancías y el hombre del puesto le dijo que le repondría la falta con otro reloj pero no iba a devolverle el dinero ya pagado.

Asqueroso indio, me das asco, le dijo Yusuf. Y el hombre del puesto le contestó: una buena ofrenda sólo se revela sola. Este hombre agachó la cabeza y Yusuf se retiró, inmediatamente Andrés y yo lo seguimos, aunque todo el tiempo que Yusuf le gritó con furia a este tipo estuvimos inmóviles.

Esa noche fuimos a beber unas cervezas con Yusuf y en un bar que se ubica también en el centro de Cusco; y el guitarrista de la banda era el mismo sujeto que atendía el puesto de en la mañana donde nuestro anfitrión lo humilló a gritos frente a todo el mercado. El guitarrista nos vio a los tres cuando entramos porque el escenario está muy cerca de la puerta, pero después de tocar con su  banda no lo vimos más. Entonces de la nada dos mujeres bellísimas se nos acercaron y empezaron a hablar con nosotros, incluso empezaron a invitarnos cervezas, pero yo sólo acepté un par, Andrés también aceptó solo un par. Pero Yusuf parecía no tener fin, bebió muchísimo, además que también traía él una botella de ron Sin Compromisos que se sacó casi de debajo del brazo, la traía entre la ropa. 

Pensé que si intentaban secuestrar a Yusuf no tuvieron mucho problema porque fue el mismo Yusuf quién nos dijo que se iba a retirar con una de estas hermosas chicas y que nos veíamos en el hostal. 

Apenas unos minutos después apareció un sujeto que se presentó como el novio de la otra chica; muy amable y divertido, y le recordó que era hora de irse, y Andrés y yo nos retiramos al hostal.

Al día siguiente Andrés y yo preparamos unos "matesitos" de coca y vimos cerrada la puerta de la habitación de Yusuf porque supusimos que estaba ocupado aún; desayunamos, dejamos limpia la cocina y nos fuimos. 

Viajamos desde Cusco por tres días entre la cordillera de Los Andes hasta llegar a Bolivia. Y ya en La Paz, me llamó por teléfono una mujer que dijo ser la madre de Yusuf, y me preguntó si yo sabía algo acerca de lo que pasó después de la noche en el bar de hace tres días.

Resultó que desapareció Yusuf, no lo habían visto desde esa noche en el bar. Entre lágrimas que se escuchaban claramente en los auriculares del móvil, me dijo que ella empezó a buscarlo desde el día siguiente a la noche de la salida al bar, porque se enteró esa mañana en la radio que habían vuelto a abrir vacantes muy bien pagadas para trabajar en la mina de El Salto, muy cerca de Cusco, en la que un trabajador descubrió esa noche que había una veta grandísima de oro muy fácil de sacar, a pesar que habían declarado ese sitio como agotado desde varias semanas atrás.


Fin.   



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