El viaje "a dedo" sin mapas

Un día normal para la "Wilson" en la ruta sobre la vía costera del norte de Chile.

MEDELLÍN, Antioquia, Colombia.- La situación se ha complicado porque me quedé sin el mapa. Al “morir” mi celular no sólo la comunicación se cortó, sino también la capacidad de ver los mapas de Google Maps que son con los que me guío en la mayoría del viaje.
La “tragedia” se dio en el Amazonas unos días antes de regresar con Marina Getto para poner rumbo a Colombia antes que perdiera un vuelo a su país de origen. El camino a ver delfines rosados en el río se vio interrumpido por un canal que la alta marea había inundado y al tratar de cruzar me caí, el calado o distancia al fondo era de más de medio metro por lo que al caer el teléfono en mi bolsillo se mojó.
Los días sin móvil han ido mutando el viaje también, lo han vuelto más agradable, incluso en la travesía a México que aún no he definido bien cómo será desde donde me encuentro ahora lanzando estas palabras al viento. Luego de casi ocho meses viviendo en 11 países distintos el autoconocimiento ha sido brutal. Para comprobarlo reflexiono sobre cosas que no hubiera hecho en situaciones “normales” y lo que hice en un estado más “libre del sistema”, más emocional.

Celebrando en Loja la primera vez que ponía en práctica
 pedir comida "podrida" en los mercados de
 frutas y verduras. De verdad funciona muy bien.

El reto del viaje sin mapa rompe aún más la cambiante "rutina de viajero".

Lenta desconexión
El teléfono regresó del inframundo (Marina había augurado su retorno a este plano existencial desde que estábamos en la selva amazónica) cuando estaba en Valparaíso, Antioquia, Colombia, y estuvo vivo dos días, pero luego se fue.
Sí, si hubo un momento en que añoré por lo menos ver los mapas para “trazar” la ruta por enésima vez, pero después se normalizó que puedo navegar en este mundo sin un objeto electrónico, eso se siente liberador y qué, me parece una buena y verdadera desconexión.
Fue en estos días que he saltado por casualidad sobre el camino de la internet y decidí compartir experiencias netas en la ruta.
Cascadas en Gualaquiza, Ecuador.

Los días pierden el nombre
Lunes, martes o domingo se convirtieron en iguales pero diferentes por las emociones intensas que experimento casi todos los días y esto empezó a pasar a los pocos meses de estar viajando y hasta la fecha me cuesta adivinar qué día de la semana es hoy.
Los días más mágicos en la ruta pudieron ser jueves, sábado o el día de un partido de la Selección Nacional de Futbol de Colombia, eso no dejó de ser importante en casi todo el tiempo para mí. La libertad de la ruta no solo es en movilidad, es interior, muy interior o bordeando los limites del exterior de nuestras emociones y las caras que mostramos al mundo cuando interactuamos con los demás. Autoconocimiento adquirió un significado en mi vida más profundo, más audaz, más intenso, con más amor escrito con mayúsculas. La libertad si existe y está frente a ti siempre.
El desierto de Atacama ofrece reconciliación contigo mismo si la vas a buscar también.






 



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