¡Sería un honor ser de Centroamérica!



Estaba lavando trastes en el restaurante bar donde trabajo los fines de semana, cuando un sujeto con una camisa pintada con la bandera de Estados Unidos, en evidente estado de ebriedad, un acento oriundo de mi ciudad –que yo no tengo, pero imito muy bien- y voz aguardientosa, me preguntó ¿de dónde eres?, a lo que le respondí amablemente con una sonrisa “de aquí”, pero él me contestó que no me creía, yo no escuché bien su respuesta en ese momento, pero insistí, le dije que nací en el estado de Puebla, pero él insistió en que no, y me dijo que por mi cabello –con “dreads” o “rastas”- seguro que yo soy de Centroamérica, casi balbuceando por los tragos que tenía encima, y para justificar su atrevido juicio se ufanó de haber transportado en el pasado, ilegalmente como traficante de personas, a indocumentados de Honduras y Guatemala a Estados Unidos.


Entonces entendí que hablaba con una persona que además de irrespetuosa y ebria, es muy ignorante y como muchas, considera como adjetivo despectivo decirle a otro mexicano -o humanos, excepto blancos de ojos azules- que por su aspecto, es de algún país de Centroamérica. 


Este miserable de mente me insistió nuevamente mientras yo fregaba trastes que no soy mexicano, incluso me puso a prueba con preguntas sobre Puebla de las que ni él conocía la respuesta. Entre sus justificaciones me dijo “si fueras mexicano, no estarías jodido lavando trastes”. Es triste como, me atrevo a decir que la mayoría de personas, tienen en su mente como calificativo despectivo la nacionalidad de los hermanos centroamericanos, decirle a alguien en tono de burla o incluso de insulto, “pareces hondureño, salvadoreño, guatemalteco”, es una señal de absoluta ignorancia. Tuve la fortuna de caminar en todas las naciones de Centroamérica, de Belize a Panamá, dormí, comí, bebí, besé, amé y viví en estos países días inolvidables, algo que jamás hubiese hecho si me quedaba en mi ciudad…


Nadie es mejor que otro, todos somos iguales, sin embargo, existen pobres de mente y corazón como el personaje al que hago referencia en esta historia, y hay otros como yo que lavamos trastes, limpiamos baños, levantamos envases vacíos, podamos jardines ¡pero con mucho amor!, y también sentimos profundo respeto por todos por igual, a nosotros no nos “apantallan” las monedas brillantes, pero si somos débiles a los amaneceres y atardeceres que cambian conforme nos movemos entre países, nos fascinan los riesgos y la incertidumbre -lo contrario a la rutina- y cambiaríamos todo sin pensarlo, por regalos que sólo nos da “la ruta” como la sonrisa de un anciano o el cálido beso de una mujer en una noche con mil estrellas…

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