Viviendo casi un mes en El Salvador
EL REFUGIO, Ahuachapán,
El Salvador.- El Salvador fue el país en el que menos imaginé quedarme a
vivir tanto tiempo cuando planeaba salir a viajar por el mundo, desde probar la comida hasta conocer los
sueños y anhelos que comparten la mayoría de salvadoreños me recordaron una vez
más, lo parecidos que son a nosotros los mexicanos.
Los prejuicios que nos imponen en México los medios de comunicación
y nuestras familias que han crecido adoctrinados por esos medios con ideas
grabadas al fuego en sus inconscientes, fueron derrumbadas por completo en mi
estadía en este país.
Estando en casa de Brayam Francisco Rubio, tuve tiempo para
darme cuenta también que al redactar mis post yo estaba dictando la línea editorial
de mis contenidos, la línea editorial de mi vida, no más trabajar y dejar mi
existencia en un periódico beneficiando a alguien más con mis años y mi
esfuerzo a cambio de un salario miserable en comparación con lo que el dueño o
los dueños recibían.
En mi travesía por El Salvador no solo me documenté acerca
de la cotidianidad del grueso de la población, sino también de la vida política
que no es muy diferente a la de México, manchada con desigualad, corrupción y
discursos con doble moral.
A un costado de Metrocentro en Santa Ana. |
La cotidianidad
En este país se usa el “vos” y el “sos” como el “tu” y el “eres”,
y eso se escucha desde Guatemala. La moneda es el dólar que sustituyó al colón hace
más de cinco años por una devaluación. Los salvadoreños “tropicalizaron” el
cuarto de dólar o 25 centavos y lo llaman “cora”; en los mercados la cora es el
precio de muchos productos y es cómo una base para identificar el valor de casi
todo lo que se compra a menudeo.
El transporte público corre a cargo de camiones comprados
por lotes a los gringos hace ya varios años, los “school buses” son los
transportes urbanos más grandes que conectan a todo el país en una eficiente y
barata red. por ejemplo, de San Salvador a San Miguel yo viajé -en un vehículo muy cómodo como ADO- por tres dolares, algo así como 60 pesos en una distancia de tres horas similar a la de Ciudad del Carmen, Campeche a Villahermosa, Tabasco, en mi país donde el costo es de alrededor de 150 y 300 pesos
En cuanto a los vehículos marcas como Honda, Mistubishi,
Toyota y Hiunday, son los líderes del mercado en Centroamérica, donde es muy
normal ver modelos muy viejos de estos automóviles en las calles. En mi paso
por El Salvador he visto muy pocos vehículos de lujo, a diferencia de mi país
donde esos vehículos además de ser símbolo de estatus social, son el reflejo de
una desigualdad económica por un claro desequilibrio en la repartición de la
riqueza.
Catedral de Santa Ana |
Los mercados son enormes y a veces trascienden de la “zona de mercados” a las aceras y calles, como lo que se ve en San Salvador, una hermosa y enorme ciudad cuyo Centro Histórico mantiene una abundante presencia de comerciantes informales alrededor.
Este fenómeno se repite en todas las urbes de San Salvador, lo que refleja una evidente demanda de empleo formal y bien remunerado que su Gobierno -como el de México- no puede satisfacer.
Así se escucha el interior de un bus en Santa Anta, El Salvador con comerciantes vendiendo en el interior cuando está saliendo de la terminal a través de un corredor donde hay comercios por todos lados de un mercado colindante.
En la central de “buses” -como les dicen los salvadoreños a sus colectivos- de Santa Ana, ubicada dentro del polígono del principal mercado de la ciudad, los camiones deben atravesar un corredor de vendedores de unos 300 metros de largo y mientras se perfilan para salir a la ruta, hasta cuatro veces suben al autobús entre 10 y 15 vendedores que ofrecen refrescos, aguas, golosinas, frutas, verduras, cargadores y cosas para celulares, artesanías, medicamentos -para fortuna de los obsesionados como yo, en este país aun se consiguen antibióticos sin recetas-, papas a la francesa -pero las mejores son las que venden afuera de la catedral de esa ciudad- y yuquita frita como los platanitos fritos de mi país.
En la central de “buses” -como les dicen los salvadoreños a sus colectivos- de Santa Ana, ubicada dentro del polígono del principal mercado de la ciudad, los camiones deben atravesar un corredor de vendedores de unos 300 metros de largo y mientras se perfilan para salir a la ruta, hasta cuatro veces suben al autobús entre 10 y 15 vendedores que ofrecen refrescos, aguas, golosinas, frutas, verduras, cargadores y cosas para celulares, artesanías, medicamentos -para fortuna de los obsesionados como yo, en este país aun se consiguen antibióticos sin recetas-, papas a la francesa -pero las mejores son las que venden afuera de la catedral de esa ciudad- y yuquita frita como los platanitos fritos de mi país.
En estos buses probablemente vendan más cosas pero no alcance a ver todo; sin embargo, pude sentir el ajetreo, el bullicio, los olores, las incomodidades, el yugo y claro, también las bondades de la cotidianidad salvadoreña que me trataron mejor que bien.
Aunque no visité tantos centros turísticos como yo quería, hablé con muchas personas, personas místicas y otras comunes que me compartieron su sabiduría inmersa en sus vidas, algo que sin duda llevo en mis recuerdos y el espíritu.
Vida en familia
Café salvadoreño a un dolar con 75 centavos |
Me comí el Pollo Campero -una marca de pollo como KFC sabrosa en El Salvador- de la mamá de mi anfitrión y recibí la amonestada correspondiente por eso, también dejaba el traste donde calentaba el agua en la estufa y fui amonestado por eso, pero al final fue parte de mi estadía en una familia que me acogió como un miembro más. Janet, la madre de Brayan y todos los miembros de esa casa jamás me dejaron sin comer, siempre compartieron todo conmigo, yo viviré eternamente agradecido con ellos por su gran hospitalidad conmigo, un extranjero que se lleva las mejores experiencias de El Salvador.
Brayam siempre que pudo me mostró lugares geniales de Ahuachapán y los poblados cercanos como las cascadas de Atiquizaya donde el agua es caliente por la actividad volcánica propia de este país.
Me tocó estar en el Festival anual de la Yuca, un alimento que desde Centroamérica hasta el sur, es usado como el maíz en México. En esta feria pude ver los múltiples usos y formas de capitalizar este tubérculo que incluso se puede hacer como papitas fritas tipo “sabritas”.
Cascadas de Atiquizaya
El agua es caliente. |
El mejor momento para ir es por la mañana que hace un poco de frío y disfrutar de esta agua que contiene azufre. |
Esta zona está dentro de una propiedad cuyo dueño no cobra la entrada al lugar. |
Como no sé nadar, estuve por ahogarme en un chapoteadoero. |
Un lugar inolvidable. |
Gracias por compartir Agus!!
ResponderEliminarQue hermoso audio
lujo hermano se te extraña por acá , tal vez la vida nos pone de nuevo en el camino,suerte en el viaje y en tus planes yeahhh!!!
ResponderEliminarEn El Salvador también hay muchas cosas buenas, a parte del pollo Campero jajajajaj
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