Relatos de ruta: “La primera vez que me llevó una mujer”

Eran como las tres de la tarde, llevaba caminando como unas cinco horas desde las 11 de la mañana que salí de casa de mi anfitrión en Pereira una ciudad del Eje Cafetero de Colombia -donde por primera vez en mi vida vi cómo era el café en su estado natural-, estaba cansado, empezó a llover y me metí debajo de un puente en la ruta. Frente a mí había un viejo vagabundo fumando no sé qué que ni se veía interesante.

Yo iba a para Manizales, no sabía muy bien a qué, ni siquiera sabía por qué estaba en ese país con mujeres hermosas, solo   

Llovió entre fuerte y despacio, mientras llovía algunos motociclistas paraban junto a mí para aguardar un poco la lluvia, intercambié un par de palabras con ellos, no gran cosa. Mientras hablaba estaba atento que el agua que caía desde donde sí llovía, no llegara hasta mi mochila, sabía que no se iba a mojar nada, pero sentía que iba a ser asqueroso que se mojara el culo la Wilson, mi mochila de viaje.

No tenía carpa y se veía apenas una que otra casita cerca, sinceramente me desesperé varias veces, me fastidié, pero me sentía un héroe trotamundos, ansioso por algún momento compartir mis relatos como este.

El día estaba nublado, pero y pasaban autos pero nadie me paraba, de pronto paró una camioneta y se dio de reversa, como otras veces, salté diciendo ¡yeahh! Y de pronto la camioneta se dio la vuelta en una callecita y se fue, me quedé “vestido y alborotado”, y regresé a guarecerme de la lluvia y esperé un poco más.

De pronto un automóvil se detuvo pero no se parqueó, se quedó solo sobre la avenida, al acercarme del lado del chofer al automóvil de color negro con vidrios polarizados, el vidrio del conductor bajó y una chica muy linda me dijo: “No sé por qué paré pero ya, sube”, enseguida le dije mi nombre, que era un viajero mexicano y que iba a Manizales, me dijo que subiera de todas formas, abrí una de las puertas traseras para subir mi mochila mientras guardaba mi pasaporte que ya tenía en la mano y subí al auto en el asiento del copiloto.

Nos presentamos y ella me repitió que no hacía eso nunca, pero algo, que no entendía bien, la animó a parar y llevarme, como que sintió que debía llevarme. Ella pensaba que era venezolano.

Charlamos de lo más genial, fumamos juntos en el auto y nos hicimos buenos amigos. Hasta la fecha seguimos en contacto, ella es abogada, muy exitosa y una maravillosa persona. Viajamos como una hora más o menos creo, fue de los mejores aventones que tuve y llegamos bien a Manizales por la tarde. Ese día conseguí hospedaje con los Bomberos Voluntarios de Manizales y al día siguiente seguí con una nueva aventura, ese día con rumbo a Medellín.