De Guatemala a El Salvador con 65 quetzales

Lugar: Atiquizaya, Ahuachapán, El Salvador.

EL REFUGIO, Ahuachapán, El Salvador.-  El 28 de noviembre entré a Guatemala a las 15:43 horas por la frontera de Melchor de Mencos en el departamento de Petén, llegué desde Belize donde para salir me cobraron 20 dólares americanos (40 beliceños), salí del país con alrededor de 20 dólares beliceños que cambié por unos 60 quetzales aproximadamente luego que me sellaron el pasaporte en las oficinas de migración guatemalteca. El cambio de la moneda estuvo a un dólar beliceño por tres quetzales con la gente que está ofreciendo cambiar en ambos lados de la frontera, yo cambié del lado guatemalteco.   
Los oficiales de migración de Guatemala son amables y desde aquí se ven muchas escopetas. A diferencia de México donde los servicios de vigilancia rara vez dotan a sus efectivos con armas de fuego, en este país y en El Salvador es común ver guardias de seguridad privada con escopetas en las manos afuera de negocios como tiendas, farmacias, bancos y otros comercios; sin embargo, muchas de estas personas nunca disparan ni una sola vez en sus vidas, de acuerdo al testimonio de gente local.
La falta de fotografías en mi viaje se debe a una deficiencia en memoria de almacenamiento en el teléfono y el no querer llamar más la atención de lo normal, ya que una de mis mochilas luce un naranja chillón y nunca he visto mochileros junto a mí en ningún cruce aduanero.

Albergue mochilero-migrante
Esa tarde caminé medio kilómetro hasta el pueblo, donde me conecté con wi-fi en una plaza comercial que además de dar el servicio de internet gratuito, tenía mesitas, se podía fumar y contaba con cargadores gratuitos para teléfonos, era el paraíso para cualquier mochilero.  
Esa noche pedí asilo en una iglesia católica porque tenía una lona en la que ofrecían refugio a inmigrantes hondureños y personas en peligro que estuvieran huyendo de alguna situación política en su país. El refugio contaba con seis literas, un baño y en la sala que me tocó a mí había una mochila de una mujer que nunca apareció, al parecer la pudo haber dejado olvidada.
Esta noble labor no fue idea de la Iglesia Católica, no; esta iniciativa está encabezada por ACNUR la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Letrero de ACNUR la Agencia de la ONU para los Refugiados del refugio para migrantes hondureños en Melchor de Mencos, Guatemala donde me quedé una noche.

“Para Honduras”
Hacer hitchhike es una moneda al aire, solo hay que dejarse llevar por la ruta. Me desperté al día siguiente, me bañé y me dirigí a la plaza comercial que mencioné antes, establecí la ruta en el Google Maps donde descargué los mapas de Honduras y parte de camino en el que pensaba circular hasta la frontera con ese país, luego me ajusté bien las mochilas y caminé tres kilómetros sobre la carretera CA13 con rumbo al poblado más próximo, Tiquinsacán, que se encuentra rumbo a la ciudad de Flores.
Cuando encontré un buen punto para hacer htichhike, bajé las mochilas y alcé el pulgar a todo vehículo que pasaba. Eran las 11:35 horas cuando se detuvo una camioneta de la marca Toyota que conducía Alfredo, un hombre que viajaba con su mujer y sus tres hijos de Melchor a la Ciudad de Guatemala. Tras frenar, se bajó y con una enorme sonrisa me preguntó a dónde iba, le dije que a Honduras, a lo que me respondió que me podía dejar cerca y de pasó, me preguntó de broma si era hondureño, con una carcajada que le contagié le confesé que soy mexicano, acto seguido me subí a la parte de atrás de la camioneta y él se puso al volante.
Alfredo manejó por ocho horas hasta que se detuvo en Río Hondo, ya no estaba en Petén, ahora estaba en el departamento de Zacapa, él me dejó ahí porque insistió en que no me llevaría a la capital guatemalteca porque era muy peligroso y francamente para ese momento solo tenía en la bolsa 35 quetzales y no sabía dónde iba a dormir, Alfredo me dio 10 quetzales y se perdió entre la oscuridad de la carretera. Crucé un puente y caminé unos 500 metros a las 19:30 horas hasta la entrada del pueblo donde llegué al hotel de paso Hawai que me cobró la noche 45 quetzales, exactamente lo que tenía en mis bolsillos, los hoteles no cobran menos de 65 quetzales habitualmente en esta zona.    
Esa noche me reporté con mis amigos y mi madre porque el hotel tenía wi-fi, y salí a vender unos poemas para hacer un poco de dinero y comer algo antes de dormir, tuve suerte, hice unos 15 quetzales.
El restaurante de enfrente al hotel es atendido por Gloria, una buena mujer que me dio de cenar sin cobrarme y me ofreció una plática maravillosa en mi corta estadía en Guatemala, un país con tanto verde que me hizo respirar ahí el aire más fresco de mi vida.

Destino: El Salvador
El 30 de noviembre a las 11:00 horas salí del hotel Hawai, ya había desayunado unos huevitos revueltos con frijolitos que me vendió Gloria a cinco quetzales en su restaurante y caminé al entronque con rumbo a la frontera con Honduras, encontré un buen lugar para hacer dedo y un tráiler de color rojo se detuvo a menos de cinco minutos de estar esperando, era conducido por Luis Mena Calderón, un salvadoreño que viajaba de regreso a su país y derrumbó la errónea idea que tenía contaminada mi mente sobre El Salvador, un país hermoso.
Era la primera vez que viajaba en un tráiler, esa noche crucé con él la frontera de Guatemala en Anguiatu con El Salvador, recorrí con él 94 kilómetros hasta ahí desde donde me levantó; llegamos al filo de las 15:00 horas a hacer fila para cruzar con el camión en una de las fronteras más transitadas por camiones de carga más que por turistas.
Alrededor de las 21:00 horas logramos cruzar, luego que Luis hizo los trámites correspondientes en la aduana salvadoreña por su carga y que a mí me sellaran mi pasaporte en migración de Guatemala, en El Salvador no me sellaron de entrada, sería hasta que llegue a Honduras cuando ahí me pondrían un sello de entrada, me dijeron los agentes aduanales salvadoreños, muy amables igual como los guatemaltecos.   
Mis primeros sellos de entrada y salida de Belize y Guatemala.

Luego de hacer los trámites, Luis me llevó con los únicos cambistas del lugar a cambiar los 60 quetzales por dólares americanos, la moneda de circulación de su país; el cambio fue a seis quetzales por un dólar, lo que me dejó unos cinco dólares americanos aproximadamente en la bolsa, luego me llevó a comer “pupusas”, la comida típica y de las más ricas de El Salvador; son unas tortillas hechas a mano rellenas, se pueden rellenar con chicharrón, queso similar al tipo Oaxaca o quesillo de México, frijoles, queso y otras variedades locas, las hacen incluso de camarones o pescado en algunas partes del país.
Hablando con Luis en el camino antes de llegar a la frontera, sentí vergüenza nuevamente por la concepción errónea que tenía de esta nación, donde si existen los “maras”, pero no son todo el país, de hecho eso es lo más insignificante, su país es muy seguro y se puede transitar con toda libertad por los principales sitios, ciudades y pueblos donde la gran mayoría de la gente siempre es amable, atenta y de un gran corazón.  
Desde el asiento de copiloto en el camión de Luis Mena en algún lugar entre Guatemala y El Salvador.

Dormí en el camión con Luis del lado de El Salvador, dejó la ventana abierta parqueado con por lo menos 10 camiones más sobre el camino, nunca me había sentido más seguro en mi vida.
Al día siguiente partimos a El Salvador y en todo el camino tuve una de las mejores pláticas de mi viaje con Luis, un gran ser humano que me llevó hasta su casa donde me hospedó con su maravillosa familia en El Refugio, un pueblito cercano al departamento de Santa Ana, donde me estoy quedando ahora mismo que escribo este post. Espero partir la próxima semana o tal vez me quede hasta el día 15 a un festival de la yuca, parte de la dieta de la gente de El Salvador y que por relatos de otros viajeros de Sudamérica, también es usada por ellos en esos países de forma muy regular.
El próximo post será dedicado a El Salvador, exclusivamente a Santa Ana, donde he visto uno de los mercados con una actividad comercial que opaca por mucho al de mi ciudad, Ciudad del Carmen, Campeche, la Perla del Golfo en México.

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