De Guatemala a El Salvador con 65 quetzales
Lugar: Atiquizaya, Ahuachapán, El Salvador. |
Los oficiales de migración de Guatemala son amables y desde
aquí se ven muchas escopetas. A diferencia de México donde los servicios de
vigilancia rara vez dotan a sus efectivos con armas de fuego, en este país y en
El Salvador es común ver guardias de seguridad privada con escopetas en las
manos afuera de negocios como tiendas, farmacias, bancos y otros comercios; sin embargo, muchas de estas personas nunca disparan ni una sola vez en
sus vidas, de acuerdo al testimonio de gente local.
La falta de fotografías en mi viaje se debe a una
deficiencia en memoria de almacenamiento en el teléfono y el no querer llamar
más la atención de lo normal, ya que una de mis mochilas luce un naranja
chillón y nunca he visto mochileros junto a mí en ningún cruce aduanero.
Albergue mochilero-migrante
Esa tarde caminé medio kilómetro hasta el pueblo, donde me
conecté con wi-fi en una plaza comercial que además de dar el servicio de
internet gratuito, tenía mesitas, se podía fumar y contaba con cargadores gratuitos
para teléfonos, era el paraíso para cualquier mochilero.
Esa noche pedí asilo en una iglesia católica porque tenía
una lona en la que ofrecían refugio a inmigrantes hondureños y personas en
peligro que estuvieran huyendo de alguna situación política en su país. El refugio
contaba con seis literas, un baño y en la sala que me tocó a mí había una
mochila de una mujer que nunca apareció, al parecer la pudo haber dejado
olvidada.
Esta noble labor no fue idea de la Iglesia Católica, no;
esta iniciativa está encabezada por ACNUR la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Letrero de ACNUR la Agencia de la ONU para los Refugiados del refugio para migrantes hondureños en Melchor de Mencos, Guatemala donde me quedé una noche. |
“Para Honduras”
Hacer hitchhike es una moneda al aire, solo hay que dejarse
llevar por la ruta. Me desperté al día siguiente, me bañé y me dirigí a la
plaza comercial que mencioné antes, establecí la ruta en el Google Maps donde
descargué los mapas de Honduras y parte de camino en el que pensaba circular
hasta la frontera con ese país, luego me ajusté bien las mochilas y caminé tres
kilómetros sobre la carretera CA13 con rumbo al poblado más próximo,
Tiquinsacán, que se encuentra rumbo a la ciudad de Flores.
Cuando encontré un buen punto para hacer htichhike, bajé las
mochilas y alcé el pulgar a todo vehículo que pasaba. Eran las 11:35 horas cuando
se detuvo una camioneta de la marca Toyota que conducía Alfredo, un hombre que
viajaba con su mujer y sus tres hijos de Melchor a la Ciudad de Guatemala. Tras
frenar, se bajó y con una enorme sonrisa me preguntó a dónde iba, le dije que a
Honduras, a lo que me respondió que me podía dejar cerca y de pasó, me preguntó
de broma si era hondureño, con una carcajada que le contagié le confesé que soy
mexicano, acto seguido me subí a la parte de atrás de la camioneta y él se puso
al volante.
Alfredo manejó por ocho horas hasta que se detuvo en Río
Hondo, ya no estaba en Petén, ahora estaba en el departamento de Zacapa, él me
dejó ahí porque insistió en que no me llevaría a la capital guatemalteca porque
era muy peligroso y francamente para ese momento solo tenía en la bolsa 35
quetzales y no sabía dónde iba a dormir, Alfredo me dio 10 quetzales y se
perdió entre la oscuridad de la carretera. Crucé un puente y caminé unos 500
metros a las 19:30 horas hasta la entrada del pueblo donde llegué al hotel de
paso Hawai que me cobró la noche 45 quetzales, exactamente lo que tenía en mis
bolsillos, los hoteles no cobran menos de 65 quetzales habitualmente en esta
zona.
Esa noche me reporté con mis amigos y mi madre porque el
hotel tenía wi-fi, y salí a vender unos poemas para hacer un poco de dinero y
comer algo antes de dormir, tuve suerte, hice unos 15 quetzales.
El restaurante de enfrente al hotel es atendido por Gloria,
una buena mujer que me dio de cenar sin cobrarme y me ofreció una plática
maravillosa en mi corta estadía en Guatemala, un país con tanto verde que me
hizo respirar ahí el aire más fresco de mi vida.
Destino: El Salvador
El 30 de noviembre a las 11:00 horas salí del hotel Hawai, ya
había desayunado unos huevitos revueltos con frijolitos que me vendió Gloria a
cinco quetzales en su restaurante y caminé al entronque con rumbo a la frontera
con Honduras, encontré un buen lugar para hacer dedo y un tráiler de color rojo
se detuvo a menos de cinco minutos de estar esperando, era conducido por Luis
Mena Calderón, un salvadoreño que viajaba de regreso a su país y derrumbó la errónea
idea que tenía contaminada mi mente sobre El Salvador, un país hermoso.
Era la primera vez que viajaba en un tráiler, esa noche
crucé con él la frontera de Guatemala en Anguiatu con El Salvador, recorrí con
él 94 kilómetros hasta ahí desde donde me levantó; llegamos al filo de las
15:00 horas a hacer fila para cruzar con el camión en una de las fronteras más
transitadas por camiones de carga más que por turistas.
Alrededor de las 21:00 horas logramos cruzar, luego que Luis
hizo los trámites correspondientes en la aduana salvadoreña por su carga y que
a mí me sellaran mi pasaporte en migración de Guatemala, en El Salvador no me
sellaron de entrada, sería hasta que llegue a Honduras cuando ahí me pondrían
un sello de entrada, me dijeron los agentes aduanales salvadoreños, muy amables
igual como los guatemaltecos.
Mis primeros sellos de entrada y salida de Belize y Guatemala. |
Luego de hacer los trámites, Luis me llevó con los únicos
cambistas del lugar a cambiar los 60 quetzales por dólares americanos, la
moneda de circulación de su país; el cambio fue a seis quetzales por un dólar,
lo que me dejó unos cinco dólares americanos aproximadamente en la bolsa, luego
me llevó a comer “pupusas”, la comida típica y de las más ricas de El Salvador;
son unas tortillas hechas a mano rellenas, se pueden rellenar con chicharrón,
queso similar al tipo Oaxaca o quesillo de México, frijoles, queso y otras
variedades locas, las hacen incluso de camarones o pescado en algunas partes del
país.
Hablando con Luis en el camino antes de llegar a la frontera,
sentí vergüenza nuevamente por la concepción errónea que tenía de esta nación,
donde si existen los “maras”, pero no son todo el país, de hecho eso es lo más
insignificante, su país es muy seguro y se puede transitar con toda libertad por los
principales sitios, ciudades y pueblos donde la gran mayoría de la gente
siempre es amable, atenta y de un gran corazón.
Desde el asiento de copiloto en el camión de Luis Mena en algún lugar entre Guatemala y El Salvador. |
Dormí en el camión con Luis del lado de El Salvador, dejó la
ventana abierta parqueado con por lo menos 10 camiones más sobre el camino,
nunca me había sentido más seguro en mi vida.
Al día siguiente partimos a El Salvador y en todo el camino
tuve una de las mejores pláticas de mi viaje con Luis, un gran ser humano que
me llevó hasta su casa donde me hospedó con su maravillosa familia en El Refugio, un pueblito cercano al departamento de Santa Ana, donde me estoy
quedando ahora mismo que escribo este post. Espero partir la próxima semana o
tal vez me quede hasta el día 15 a un festival de la yuca, parte de la dieta de
la gente de El Salvador y que por relatos de otros viajeros de Sudamérica, también
es usada por ellos en esos países de forma muy regular.
El próximo post será dedicado a El Salvador, exclusivamente
a Santa Ana, donde he visto uno de los mercados con una actividad comercial que
opaca por mucho al de mi ciudad, Ciudad del Carmen, Campeche, la Perla del
Golfo en México.
Hermoso el salvador! Anda al volcán de santa Ana!!!
ResponderEliminarA caray...pues no que eras poblano?
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