Mi paso por Chile, un país fantástico; y mi regreso a México...
CIUDAD DEL CARMEN, El Carmen, Campeche, México.- Hace unos días estuve en prisión 12 horas, fue horrible, me hizo valorar mi libertad, ahora sí, el post. Creo que por eso es que nunca escribí sobre Chile, porque fue en ese país donde decidí regresar por frio, temor, ambas y algo me movió esa noche en un predio en medio de la nada unos kilómetros antes de entrar a Copiapó, bajando desde desierto de Atacama, al norte.
El 27 de abril de 2018 me sellaron de entrada mi pasaporte en Chile, ese día en la mañana estaba en casa de Lily Aica en Tacna, Perú, ella me prestó 200 dólares americanos para poder pasar el filtro de la frontera, ya que los agentes de migración a los extranjeros que no son peruanos, les piden mostrar dinero, solvencia económica. Ni se te ocurra pasar a pie por el desierto de Perú a Chile, para no pasar por la aduana chilena, porque hay minas.
Tomamos un bus en Tacna, que nos llevó a Arica, Chile, por la carretera “Chacalluta”, Lily viajó conmigo también; viajé con una bolsa como con 500 gramos de hojas de coca y la pasee sin ningún problema porque los agentes no la revisaron, aunque si te toca que anden muy “trabajadores” los agentes, probablemente tengas que “declararla” en una hoja que te dan en el bus, tranquil@, la hoja de coca es legal también en Chile, bueno en esta parte es muy común, yo vi vendedores de hojas de coca en Antofagasta.
El bus a Arica
El pasaje por persona en los buses de Tacna a Arica, cuesta 16 soles o tres mil pesos chilenos, unos cinco dólares americanos mas o menos aproximadamente; cuando yo pase costaba dos soles pero estaba por subir el precio porque ya había anuncios en los buses y las terminales peruana y chilena, que alertaban a los pasajeros a estar listos para el aumento. Antes de abordar el chofer pide los pasaportes o las identificaciones de los pasajeros, así que no te asustes viajer@, al llegar a la frontera, te devuelven el pasaporte.
Mientras viajas en el bus, gente de la empresa de autobuses, te pide tu pasaporte, cuando llega el bus a la frontera bajan a los pasajeros y los choferes devuelven los pasaportes, entre tanto, te formas con el resto para pasar con el agente de migración que te sella de entrada. ¡Ponte abusad@! Aquí viene lo bueno; los agentes de migración chilenos, como el resto de agentes fronterizos de muchos países, quieren que les demuestres que no te vas a quedar a vivir en Chile, por eso le pedí el dinero a Lily.
Cuando cruces esta y cualquier frontera, trata de no llevar mota (mariguana) o cualquier sustancia considerada ilegal en la mayoría de los países latinoamericanos, básicamente no pases con mariguana o cocaína; si consumes consigue eso en las ciudades, es mejor a que te arresten o no te dejen pasar los “pacos puercos” que representan la Ley El agente de migración chileno que me atendió, muy diferente a los chilenos la población de este bello país, el fue muy grosero y trató de intimidarme en todo momento, con mayor razón le mentí; no me interesó nunca quedarme a vivir en Chile, ni en ningún otro país que visite en este viaje, pero eso no lo entienden los agentes y no hay manera de explicárselos, bueno, a la mayoría.
La cordillera chilena de Los Andes. |
Nos subimos al bus y en una hora llegamos a Arica. En la estación me despedí de Lily y fui a un centro comercial por internet, mi contacto de couchsurfing, me dijo que me esperaba a las 17:30 horas ese día en su trabajo, en evento de informática en una universidad. Camine desde la terminal al centro comercial un par de cuadras y luego, fui hasta la universidad, tenia la dirección en el Google Maps, mi anfitrión, Héctor Contreras, me pasó su ubicación por wapp. Al llegar a la Universidad, me encontré una pareja que me regaló fuego y fumamos juntos los tres en ese parque un rato, luego grabe este video.
Me quedé en casa de Héctor dos días, me sentía algo cansado y aun no conseguía couch en Iquique, hasta ese momento no valoraba mucho la libertad que me daba la mochila, ni la valoré tanto hasta que conocí a Marina Getto, que me preguntó ¿Por qué tu no visitas los lugares turísticos cando viajas?
Héctor me acompañó hasta la ruta cuando decidí seguir a Iquique. Héctor me tuvo alojado en un apartamento a lado de su casa. A la salida de Arica para ir a Iquique, antes de adentrarse en el desierto, hay una gasolinera “Coopec”, como muchas, que tiene espacios que pueden ser usados para poner la carpa. A la salida, luego de como tres horas esperando en la ruta, un hombre se detuvo -no anoté su nombre y no se nada de el-, me preguntó, con un acento muy chileno, si llevaba mariguana conmigo y le dije que no, y mientras le explicaba saquee mi pasaporte para identificarme. Aceptó y me llevó hasta Iquique, el iba por negocios, era además, un policía retirado. En el camino, se detuvo en un pueblito donde me invitó a cenar, para mi era mi almuerzo porque solo desayune y porque me la pasé todo el día en la ruta.
En el camino el Atacama me mostro mas de sus paisajes desérticos ¡y aun no veía sus noches! Acampada libre Llegué por la noche a Iquique, el buen hombre me dejó en el centro de la ciudad, traté de hacer couchsurfing con el wi-fi libre del centro que si funciona, pero no contacté a nadie esa noche. Eran alrededor de las 19:00 horas, en una ciudad desconocida, ubiques bomberos en el mapa y fui hasta la estación mas cercana; ahí un chico me dijo que no podía darme hospedaje pero en el Parque Los Patos, el vio mochileros acampando. El camino de la estación de bomberos hasta el parque me obligaba bien, a caminar por la ciudad o por el malecón, si, me fui por el malecón. En el camino me encontré a unos “chirretes” o “chacales” muy ebrios que también viajaban pero no eran como yo, estaban creo, afinando los detalles de como iban a dormir con sus carpas. En Iquique, como desde Tacna, Perú, la noche es fría, ¡es el Atacama, morro! Llegué al parque Los Patos, primero hice un recorrido buscando “carpas de otros viajeros” pero no encontré ninguna. Luego decidí que no podía moverme mas y le pregunte a un sujeto que pensé que era policía, si podía acampar en el parque, el me aclaró que era policía y que solo cuidaba los juegos que estaban en el parque y que si, podía acampar en el parque pero me aconsejó irme antes de las 6:00 horas del día siguiente, porque “los pacos” (policías) no dejan acampar. Armé la carpa y antes de dormir, “chacché” coca y conocí a una pareja de chilenos con los que conversé. Un indigente me preguntó si estaba solo, le dije que no, que “mis amigos” fueron a comprar comida, el tipo se fue. Nunca está de más, tomar precauciones.
Al día siguiente levanté la carpa y me fui, contacté a Antonio Bautista, un peruano que vivía en un apartamento pequeño y muy humilde, me recibió por la tarde, pase la noche ahí. Al día siguiente me fui en la tarde, caminé hasta la salida de Iquique donde hice dedo como a las 16:00 horas aproximadamente. Un hombre me levantó y me llevó a unos dos o tres kilómetros pasando el aeropuerto de Iquique, en medio del desierto. Me bajee del auto, caminé en la ruta desértica y una pareja en una camioneta pequeña se detuvo, fumee con ellos en el auto y me dejaron “bien puesto” en una caleta de pescadores, un pueblo en medio del desierto a orilla del Océano Pacifico. Caminé hasta alejarme lo más que pude del poblado y sin tener idea si subiría o no la marea esa noche, armé la carpa a unos seis o nueve metros de donde rompían las olas, el sol aun no se metía por completo, así que cené esa noche pan, palta (aguacate), jamón y queso qué tenia en la mochila y el frio me obligó a encerrarme en mi carpa. El ruido del viento golpeando la carpa no me dejaba dormir, pero era la “nada”, es decir, el no saber qué había afuera, lo que más me perturbaba en ese momento. Desesperado, abrí un poco el sierre de la puerta de mi casa de campaña y solo veía el mar y las olas rompiendo sobre la oscura playa, en ese momento asomé medio cuerpo fuera de la carpa y vi el cielo. Me quedé unos 15 minutos paralizado, asombrado, en shock, de ver el cielo con más estrellas que jamás había visto en mi vida. La vía láctea estaba frente a mis ojos, sentí de todo, me dieron ganas de llorar por la emoción, me tranquilicé y dormí como “bebé” esa noche. Al día siguiente llegué a Antofagasta, dos “aventones” me dejaron en esa ciudad, uno de ellos me regaló una avena que después, aguantó llegar hasta el Amazonas.
Yo no tomé la foto, pero sí, así se ve el cielo en el desierto de Atacama, no lo creía, pero es verdad, incluso la sensación en el sitio es única, faltan palabras para describir la experiencia. |
En “Antofa” me quede con Patricio tres días. Salí de casa de Patricio la tarde del tercer día y solo pude llegar a “La Negra”, un poblado camino a Copiapó, a 40 minutos de Antofagasta. En este lugar hay fabricas y es una zona industrial, es de paso pues; me agarró la noche ahí y preguntando a los trabajadores de una Coopec, dónde podía acampar, me sugirieron un área que todos los viajeros usan siempre. Esa noche cené pansito con nutella, delicioso. Para este punto algo ya no estaba fluyendo, la ruta empezaba a ser una maldita molestia, algo no estaba como antes. De por si, yo no pude entender muy bien lo que hice hasta ahora, empecé a disfrutar el viaje cuando conocí a Marina, empezaba a hacerme preguntas nuevamente sobre si estaba haciendo lo correcto con mi vida. Al día siguiente un trailero –“mulero”, les dicen en Colombia- me levantó y me llevo hasta un poblado donde caminé unas dos o tres horas hasta que un peruano que manejaba el tráiler de un circo, me levantó y fue el quien me llevó hasta el ultimo punto hasta donde avancé en Chile. Ese día no comí mucho, llevaba “chacchando” hojas de coca varios días. El peruano me dejó en un entronque o “bypass”, dicen los sudamericanos en general. En el siguiente video en Chile, ya iba de regreso a México.
Traté de acampar en una fabrica y me dijeron que no, luego fui a una casa y también me dijeron que no, me movía por otros predios al pie de la ruta y encontré una fabrica, no había perros ladrando lidié mucho con perros en la ruta; me di cuenta que todos, no importa de que país, todos los perros reculan cuando te agachas fingiendo que vas a tomar una piedra o algo del piso, esta técnica funciona mejor entre más cerca ésta el perro ladrando. Encontré una fábrica abandonada, me metí y armé bajo un techo la carpa. Esa noche me despertó el frio, no sentía los dedos de las manos y de los pies, me puse toda la ropa que tenía en la mochila y logree soportar el frio. Esa noche decidí regresar a México. Mi mochila se estaba rompiendo, se fue rompiendo todo el viaje, la cocí muchas veces pero definitivamente, necesito una nueva si quiero volver a salir a la ruta. Gracias por leerme.
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